LA ACCIÓN SOSTENIBLE VISTA DESDE EL PSICOANÁLISIS, ZARAGOZA FLORECE.


Desde el año 2021, el Ayuntamiento de Zaragoza celebra un singular Festival, que inicialmente se circunscribió al Parque Grande José Antonio Labordeta y como toda acción lúdica que puede llegar a ser sostenible conjugada en el tiempo óptimo de la ilusión, tiempo de transición y transformación, este año 2024, se extendió al paseo de la Independencia y la plaza de Santa Engracia, así como a edificios emblemáticos de esta capital del Ebro.
El festival dura tres días. Consiste esencialmente en intervenir visualmente con arreglos florales los elementos históricos y contemporáneos de la ciudad, tales como monumentos, paradas del tranvía, fuentes, emblemas concretos como el león rampante de la ciudad, cuadros, libros, restaurantes y locales comerciales, se visten de flores multicolores; de igual modo resulta intervenida la escucha, ante el sonido y actuación rítmica de géneros musicales diversos, clásicos universales y locales, interpretados por bandas zaragozanas, de la misma manera el sentido del olfato y el gusto se impregnan del aroma de las flores y del buen gusto de su diversa oferta gastronómica ayudados con los espectáculos de la imaginación y el sueño, a través de los títeres y talleres infantiles, que conjugan la magia de los recuerdos bonitos para niños, adolescentes, familias y abuelos, como objetivo final de esta celebración.
Este precioso festival, que tuve ocasión de presenciar, también como muchos habitantes de esta ciudad, fue llevado de la mano por los mejores floristas, por la magia del arte en sus más variadas dimensiones, según reseñan diversos noticieros locales, busca generar en lo manifiesto “valor a la ciudad como lugar habitable, con atributos como la sostenibilidad y el valor de lo orgánico, en la vida de las personas”.
Agradecida por la experiencia, me dedico a escuchar el impacto emocional de dichas imágenes, y a observarlas desde el mundo mental interno, por los tantos desconciertos, matices complejos conjugados de esta puesta en escena del Festival que se niega a quedarse atrás, ya que también sujetan mi pensamiento a la inquietud de significar y explorar, es decir quedo preñada de un elemento alfa que está dispuesto a interrogarnos desde dentro y allí me pregunto: ¿Cuándo una acción se vuelve sostenible en el tiempo?.
Empecé por pasar rápida revista a las acciones que, desde la perspectiva del vértice psicoanalítico, por lo contrario, resultan insostenibles en el tiempo.
Las acciones de lo traumático, fueron recogidas y estudiadas en detalle, desde los más diversos ámbitos de su expresividad humana, por la aguda mirada y genial pluma del creador del psicoanálisis Sigmund Freud, en diferentes épocas de su vida y constantemente a lo largo de su extensa obra.
Así mismo, estas acciones de lo traumático continúan explorándose, estudiándose a profundidad a través de valiosos desarrollos y aportes del psicoanálisis, manteniendo su eje algunos, en sus diversas manifestaciones socioculturales e individuales, desde los diversos escenarios dantescos de las guerras hasta la intimidad de lo psicosomático, así los desarrollos de Wilfred Bion en soldados afectados por traumas durante la Segunda Guerra Mundial, los conceptos de traumas acumulativos de Mazud Khan, en la especificidad de la tortura de Marcelo Viñar, por mencionar solo algunos aportes valiosos y mucho más específicamente a lo largo de toda la experiencia clínica del psicoanálisis en la delicada observación del juego de los niños en sesión por Freud, Melanie Klein, Esther Bick y muchos otros.
Dichas acciones de lo traumático, son llamadas considero, acertadamente, en los términos de Rafael Ernesto López, traumas preconceptuales, ya que quedan como emergentes duraderos en el mundo interno, rompen la perspectiva lineal del tiempo y el espacio de crecimiento, desarrollo y evolución que se supone debe tener un ser humano.
Estas acciones, inconscientes por demás, con su lógica circular repetitiva, impactan al yo del adulto que las reactiva y actualiza sin percibirlo si quiera en sus actos, ya que surgen sin las memorias destructivas de lo vivido en edades tempranas.
Si bien al parecer son acciones duraderas ya que aparentemente se mantienen, en realidad resultan insostenibles en el tiempo, ya que reducen al ser humano desde el lugar inconsciente de los actos en las que habitan, dinamitando las estructuras logradas o conquistadas por la parte consciente adulta de la personalidad, lo que conlleva daños colaterales a la estructura familiar, transgeneracional de sus descendientes, menoscabos en el área laboral, en lo social colectivo y resultan perjudiciales al ambiente ecológico en el que también se expresan.
Volviendo a este significativo Festival de Zaragoza, que ha sido citado igualmente como “El primer rugido de la primavera”, vale aclarar y conocer, -sobre todo para quienes, como yo, somos psicoanalistas y migrantes en este bello y desconocido hábitat que nos alberga-, la historia del león rampante de Zaragoza, al que alude el rugido, como emblema heráldico del linaje ancestral zaragozano.
La figura del león rampante se remonta históricamente a la muerte sin descendencia de Alfonso I, luego Alfonso VII, rey de León, quien fue durante un tiempo de dos años, de 1134 hasta 1136, rey de Zaragoza, legó a la ciudad, la marca de honor de los reyes de León y por ello su uso indica desde dicha fecha, la pertenencia del reino zaragozano a este monarca.
Retomando lo señalado, la naturaleza honorable del león rampante, esos días se engalana y se inviste de libido en viva flor, tal como sucede con las memorias colectivas que han sido conjugadas desde la potencia de la ilusión del presente, que infunden vida, agradecimiento y coherencia a lo humano ya creado, en ese interjuego lúdico de la imaginación que permite recrear con símbolos que vuelve propios, la fauna ancestral heredada de los otros.
Sin más pretensiones incontestables, de ese más allá que nos incluye a todos, en este nuevo eje que la vida en Zaragoza nos ofrece a varios psicoanalistas de la IPA radicados acá en Zaragoza, emplearé este precioso modelo como un sueño o un juego infantil o una reflexión lúdica, para intentar indagar significados y preguntas emergentes, a través del pasado, presente y futuro en entrelazamiento y en el que si considero que es casi un deber con el planeta, con el otro y con la vida humana en general intentar respondernos, esta compleja pregunta desde nuestros propios referentes, en este caso mío el psicoanálisis, y la pregunta que surge de todo esto es ¿cuándo una acción en el presente puede resultar significativa y sostenible para el tiempo futuro?
Lo que fue significativamente bueno en el pasado y que puede seguir siendo bueno en el presente y en el futuro es a mi manera de ver nuestra capacidad de pensar y ensoñar emocionalmente la realidad. Es decir, nuestra capacidad para contener dentro de nosotros mismos, la fealdad de la destructividad y la belleza de la vida que alberga el mundo, y que sin embargo al ser matizada y contenida por las emociones y recuerdos propios de nuestra vida mental, nos vuelve, responsables de contener y tolerar sus elementos visuales más variados y dispersos, a veces contradictorios en sí mismos, en una sensación de continuidad, que algunos llaman alma humana, espiritualidad o esencia y que representan la integración lograda de un crisol de experiencias, sensaciones, emociones y ansiedades en diversos grados de gestación dentro de cada individuo, que terminan por producir sentido, coherencia, tolerancia y belleza en nuestra propia observación de la existencia.
De lo dicho hasta aquí, surgen otras indagatorias para quienes las quieran continuar ¿Desde qué lugar de nuestra mente emocional primitiva la realidad nos llega, nos impacta, nos molesta y nos contacta a nosotros mismos? ¿Desde qué lugar nos olemos buenos y malos en los otros y no nos molestamos?, ¿Desde qué lugar aceptamos nuestros olores y sabores propios, perfumados y no tan perfumados de nuestra identidad, pero mantenidos en el continente de nuestro mundo mental interno y sin embargo podemos esperar ser sostenidos por una mirada amable de nosotros mismos a pesar de nuestra caca humana?, ¿Desde qué lugar nos gustamos y amamos y defendemos lo que creemos cónsono con la ecología con el medio ambiente?, ¿Desde que lugar nos sentimos en contacto con la naturaleza humana, orgánica y sufriente en todas sus formas variadas?, ¿Desde qué lugar nos miramos y transformamos ese mundo de lo concreto en algo propio en algo sugestivo en algo bonito desde que lugar sentimos nuestra existencia y la podemos continuar sintiendo en otros?. Y ¿Desde que lugar las preguntas nos preguntan, si solo desde el afuera o también nos interrogan desde adentro?, ¿Desde qué lugar amamos al mundo y nos disponemos a crearlo en equipo, en grupo y nos disponemos a recrearlo y a involucrarnos con la experiencia de amarlo?
Considero que cuando una acción, se sostiene dentro de nosotros mismos en continuidad con una mirada amable amorosa de lo que fuimos somos y seremos será una acción sostenible, que trasciende el tiempo, desde la mirada combinada de unos buenos padres, que recogen y recorren el mundo propio en el que bien podemos estar involucrados con los otros.
Desde ese lugar nos impregnamos del mundo y dejamos que el mundo también habite en nosotros con amor, sin proyección. Es desde ese hogar interno con el cual, nos involucramos e investimos al mundo y nos conectamos con el mundo y la maravilla del mundo y queremos participar y apoyar lo más genuino de los otros, su localidad, su nacionalidad, su propia transicionalidad, su identidad, porque en el fondo también estamos apoyando lo más genuino identitario y transicional de nosotros mismos.
¿Desde qué lugar hacemos grupo con los otros grupos?, ¿Desde qué lugar incidimos en el mundo de la ilusión y volvemos coherente nuestro involucramiento dentro de nosotros mismos?, ¿Desde qué lugar volvemos una acción sostenible en el tiempo que sea coherente, que sea cohesionada con esa conexión desde dentro de nosotros mismos? ¿Desde qué lugar nos escindimos, nos disociamos, proyectamos en el otro lo malo y no terminamos de recoger nuestra propia mirada de nosotros mismos?
Este hermoso modelo que nos muestra el rugido de la primavera en Zaragoza, nos lleva a preguntarnos también como Albert Camus ¿Desde qué lugar habita la primavera dentro de nosotros mismos, habita ese espacio de la ilusión, aviva nuestra llama interna, ese espacio de los afectos buenos, de la mirada amable, ese espacio de comprensión en donde apoyar a los otros, los proyectos de otros, en el fondo implican también apoyar el crecimiento, el fortalecimiento, el amor y la pasión por la vida, y apoyar y sostener cómo se miran los otros, hasta donde se limitan los otros, para mostrárselos y que sigan funcionando, creando, creyendo en sí mismos, lo que permite la existencia de nosotros mismos, y también promueve y avala la existencia de los otros.
Así que creo que una acción se vuelve sostenible en el tiempo cuando nos trasciende, cuando nos involucramos, cuando traspasamos la barrera de lo concreto, de esa no cosa, que resulta inaprensible a veces de la cosa en sí misma, de esa cosa inaprensible, inconmensurable y a la vez desconocida que es el mundo externo, que es el mundo de los otros, para obtener una existencia plena de un funcionamiento armónico en los grupos, en la sociedad a la que pertenecemos o perteneceremos, en la libertad que podamos ser para respirar, para escuchar los sonidos armónicos y ruidos de la naturaleza, los distintos grados de madurez de la existencia humana y trasladarnos amorosamente a los otros, a través del núcleo sostenible del ser de nosotros mismos.
Y con ello, poder con nuestra mente registrar, cuando solo creemos que no nos trasladamos, pero que en realidad si lo hacemos, inconscientemente, a través de acciones no sostenibles en el tiempo, como la proyección de los núcleos traumáticos, que nos escinden y dividen, y que al final transfieren imágenes, sonidos, experiencias emocionales de ataques a los otros que son en realidad ataques a nuestra propia existencia humana, que podamos reconocer con nuestra capacidad de pensar en tránsito con nosotros mismos, aquello que en nosotros, no es sostenible ni sano, pero por lo cual evacuamos, destruimos y violamos el espacio de lo habitable, torpedeando el espacio ecológico de la ilusión de los otros, volviéndolo esos espacios y tiempos inhabitables, invivibles, inorgánicos y no sostenibles.