LA ESCUCHA ANALÍTICA


La “escucha psicoanalítica” define un modelo de trabajo, un proceso de elementos combinados que definen la función y tarea del psicoanalista con su paciente.
Es una escucha que va más allá del sentido del oído. Es una escucha con todos los sentidos, incluyendo el sentido común y el sentido del humor. Es una escucha del espacio-experiencia mental del otro y de sí mismo a la vez. Es en esencia una escucha emocional, sensorial más allá de la cognitiva, tan importante también como la corporal.
Y es que el psicoanálisis es en esencia una experiencia emocional: el analista trabaja desde y con la conexión emocional. Desde la función reverie, es decir, la función continente de recibir lo que dice el paciente, procesar, metabolizar, transformar, desintoxicar, codificar y devolvérselo en modo accesible a su momento mental, para poder ser pensado, lo que implica que el otro pueda ser capaz de desarrollar su propia función de contención sobre los procesos emocionales que transita.
Es también la función reverie propia, la del analista, que mientras escucha, pueda contener dentro de sí, todo lo que activa y edita el paciente y su novela, saber usar lo que le pasa dentro sin intrusión y confusión y, asumir ese proceso de digestión mental y emocional para poder ofrecer el proceso de escucha fina, aguda y la intervención “adecuada”, sea con voz o sin voz, que represente la presencia acompañante del proceso analítico.
Decir que el psicoanálisis es una experiencia emocional, apunta a asumir que se trata de una experiencia vincular, es lo que se vive en el vínculo entre dos personas, entre dos mundos interno-externo, entre dos inconsciente-consciente, que se disponen a observar y a buscar comprender, a identificar de qué trata el malestar emocional que trae el paciente, las maneras de presentarse lo que duele, o angustia o quita calma, y lo que se vivencia en ese “entre”, en esa dupla paciente-analista y que teje -en conjunto o no- posibilidades para encontrar una, la mejor posible manera de transformar esa realidad-verdad-no verdad para vivir en bienestar, congruencia y calma.
Escuchar al paciente. ¿Qué escuchar? ¿Qué se busca escuchar?, escuchar ¿Qué trae el paciente?, ¿Qué no trae? ¿Qué dice?, ¿Qué no dice?,¿Qué trae a la sesión?, ¿Qué malestar dice que tiene? ¿Qué está esperando?, ¿Qué está necesitando le diga el analista, que espera le ofrezcamos? ¿Qué hay detrás en sus experiencias que pueda explicar lo que le genera el dolor emocional o la ansiedad o los síntomas?
Es una escucha que va desde la atención flotante, la observación, la intuición. Por ello es útil para el analista, poder reconocer el proceso que va entre la escucha y la interpretación o intervención que se ofrece.
¿Qué observar? Lo que se percibe del paciente, la autopercepción de quien escucha, lo que acontece “entre” los dos, lo que se logra poner en palabras, lo que construye el vínculo de la dupla.
Observamos las maniobras adaptativas o los llamados mecanismos de defensa, lo que parecen ser sus fantasías inconscientes y sus manifestaciones, sus síntomas, lo que viene haciendo con la vida, con las relaciones, consigo mismo o no.
¿Qué identificar? Intentamos ver, captar, ¿De qué vínculos viene, qué modo de relación lo puso en contacto con la vida, qué lugar mental tuvo para los padres?, ¿cómo se forjó el desarrollo de su identidad, sea que lo recuerde y relate o sea aquello que el analista capta a través de lo transferencial (transferencia como comunicación)? Buscamos traducir lo que coloca el paciente en el analista. Es también la escucha del analista consigo mismo, qué le hace sentir al analista. Buscamos posibles escenarios inconscientes que están siendo actuados, lo que no logra presentar o representar, para ver qué significan o para resignificar de ser necesario.
Escuchamos, miramos, sentimos, olemos, captamos al tacto, lo que dice, cómo, cuánto dice o no dice de él. Su capacidad de vínculo. Su capacidad continente. La vulnerabilidad o la fortaleza de su yo, el peso del superyo severo frente al superyó benevolente. Cómo está funcionando su pensamiento o no pensamiento. Cómo organiza su lenguaje interno y externo, su lenguaje corporal y su sentido de proporción.
Observamos el tipo de ansiedad que trae, en qué momento mental está funcionando PS ↔ PD, a qué puede deberse o qué lo puede explicar y cómo afronta o maneja la frustración. Indagamos si lo que le ocurre tiene que ver con las experiencias tempranas de la vida, con déficits, o con una circunstancia traumática que lo han impactado. Identificamos si tiene un funcionamiento mental integrado, no integrado o desintegrado. Si es un funcionamiento infantil o adulto. Si logra diferenciar self y objeto, el no/yo de sí mismo, fantasía realidad, pasado-presente-futuro, si tolera la triangularidad.
Reconocemos su capacidad de simbolización, si es o no deficitaria, si está interferida o si hay buena capacidad para elaborar, transformar la realidad y aprender de la experiencia. Vemos si funciona rígida o concretamente, si tiene capacidad para aprender, adaptarse, flexibilizarse frente a la realidad.
Toda esta escucha la hace el analista casi a la vez, es el desarrollo de función mental analítica (su función alfa, su modo de simbolizar, su tolerancia al dolor psíquico a la frustración, a la incertidumbre), aquella que desarrolla el analista en su entrenamiento continuo que la experiencia va a favorecer y robustecer para su identidad y una función analítica madura.
Todo ello entonces para encontrar en el proceso analítico, las palabras que den sentido y significado al paciente, comunicarle un vértice de la realidad interna y externa que vamos reconociendo, colocare palabras e imágenes a lo que él no puede representar, no puede pensar, no logra nominar aún, ayudarlo a que él le dé significado o nuevos significados a experiencias que requieren transformación.
La escucha analítica es la función esencial de analista, escucha lo inconsciente y más allá de lo inconsciente, escucha al otro y a sí mismo a la vez, es un proceso de dos mentes activas, sintiendo, pensando para encontrar comprender, dar forma y sentido a lo que le acontece al paciente, a la relación.
Ser escuchado es la experiencia de reparación y sanación, de construcción y creación. Ser escuchado puede ser el análogo renacer psicológicamente hablando. Por ello el análisis es una experiencia valiosa, necesaria, importante para reponerse y afrontar las cosas de la vida.
Como dice Cassorla: “Tanto el paciente como el analista se involucran emocionalmente, mientras participa en los intercambios emocionales, toma distancia de lo que está experimentando, observa lo que sucede entre los dos e imagina qué se puede hacer con estas observaciones para que el desarrollo tenga lugar. El paciente, a su vez, aprende de sus experiencias. Gradualmente, los aportes personales del paciente y del analista se fusionan y el dúo encuentra productos del campo analítico, frutos de la relación intersubjetiva.
La escucha analítica fundamental, se desarrolla partiendo del análisis personal, la supervisión individual y grupal, desde la enseñanza académica de la teoría, la técnica y el aprendizaje de lo clínico. La escucha va al lado del encuadre interno y externo del analista y su disposición emocional y mental para un oficio serio, responsable, apasionante, que genera un crecimiento mental único, valioso y útil en la vida.